jueves, 5 de noviembre de 2009
100 horas de cocción... Ultima Parte !
Las 100 horas de cocción estaban llegando. Los nuevos amigos nunca habían viajado juntos sin embargo parecía que lo habían hecho siempre. Sabía uno el próximo movimiento del otro. Y el otro abría los ojos a la mañana percibiendo el despertar del tercer compañero de ruta. El último desayuno del hotel de bajo costo entregó su café con leche a temperatura moderada con sus medialunas de panadería de barrio. Los amigos no hicieron hincapié en permanecer mucho tiempo sentado en la mesa de mantel de plástico. Su comunión de la mañana era el mate amargo, bien cebado, de yerba seca en un rincón, en los caminos hacia Agrelo.
Un nuevo encuentro con el dueño de Trapezio, Mauro, nuestro guía espiritual via Nextel. Pegado a Trapezio se encuentra otra bodega escondida. De esas que hacen sangre de cristo y que no llegamos a conocer, a no ser que viajemos a Mendoza. Su dueño, Agustín, se transformó en un fiel amigo de Mauro por compartir el mismo sueño. Tan próximos uno de otro, comparten noches de charla y debate sobre el negocio, sobre el arte de crear, con los pasos que da cada uno para lograr lo que buscan. A Agustín, ya lo había conocido. Hace un par de años, cuando Mauro se casó con Florencia en la Finca, mi regalo fue recitarles un poema de Julio Migno: Si tenes Cachorro. Tiempo después, Agustín me confesó que sus ojos se transformaron en acequias, llorando de emoción. Muchas veces hacemos cosas que ni nos damos cuenta. Emocionar a una persona, es una de las tantas.
En casa/bodega de Agustín conocimos el vino en todos sus pasos previos hasta llegar al elixir de la vida eterna que sí todos podemos apreciar al descorchar una botella. Conocimos al vino en los momentos donde aún no es vino, cuando las uvas se hacen mosto, dulce, penetrante, aromático, violeta oscuro. Un componente que podría generar el postre mas maravilloso creado por cocineros que adoran esta bebida. Luego, cuando ya entra en proceso de fermentación, donde el sabor es inimaginable, las levaduras bailan enamoradas disfrutando su reproducción, el desequilibrio de sabores certeros de un futuro mejor. Poco después, cuando la fermentación maloláctica lo va acercando a ser lo que quiere ser: Vino. Y el néctar terminado, la bebida hecha por Dios y por el hombre, antes de entrar en su descanso de roble. Cinco personas, cinco copas y una ventana de amplias magnitudes de blindex enmarcaban el gran cuadro argentino: El Cordón del Plata. Lejos, cerca, incluso dentro de cada uno de nosotros.
El sol no tiene prisa pero sabe como apurarnos. Cuando llega al punto mas alto del cielo el deseo de comer, despacio, toca la puerta de nuestro cerebro. Fuerte apretón de manos, incluso abrazos con palmas en espaldas ajenas alcanzaron el sonido de la fraternidad y la amistad. Mauro, tomó un rumbo, Agustín se quedó tirando leña a sus perros que iban y venían con su juego preferido y nosotros nos dejamos llevar por la recomendación: No pueden irse sin ir al Valle de Uco.
Y allí marchó nuestro auto alquilado. Los 80 kms que lo separan de Mendoza no parecen, gracias a que la Cordillera hace perder las distancias, pero no la brújula que siempre marca al Oeste. En el Valle de Uco, seguimos encontrando mas bodegas, quizás las más sofisticadas. Pero no queríamos repetir el paseo estandarizado. Ya habíamos tocado el cielo con la boca, no necesitábamos volver a recorrer nuevos pasillos de propaganda bodeguera.
Nuestro principal motivo en el Valle de Uco era comer. Como buenos cocineros. Dejarnos alimentar por manos colegas. Mauro, nos había tirado el consejo: “Hay un lugar de esos que solo se llega preguntando. Solo les doy un dato, es un restaurante que se llama Ilo”
Ilo es una esquina como cualquier otra. Pero guarda un secreto en medio de la montaña. Sus platos se basan en mariscos que día de por medio trae su propio dueño y cocinero de Chile. El tipo, muy como si nada, agarra su coche, cruza la frontera y en su baúl trae la mercancía obtenida directamente del Pacífico. Mar y Montaña es posible en Argentina. Ilo lo logra.
En sus mesas, la de una cantina tradicional llevada a pulmón, la panera de plástico simulando mimbre carga con panes que rápidamente se deshacen con las manos. Un pedazo de pan, un sorbo de vino, tres amigos y “El último almuerzo”. Sin Judas, solo apóstoles del buen vivir, el buen comer, el placer como merecimiento de las almas que respiran. Semana Santa!Nuestras billeteras no piensan: Lo primero que pedimos son esos bichos que no comes nunca. Uno de los moluscos mas cotizados del mercado mundial, los locos. No hay en ningún lugar del mundo, mas que en Chile y el sur de Perú. Sin detener nuestra investigación marítima nuestro próximo plato fueron unas machas tiernas y picantes. A lo que se sumó un chupe de centolla, navjas guisadas, una cazuela de mariscos y dos botellas de vino entre tres, manteníamos la estadística. A pesar de todo, lo que mas marcó nuestra visita al restaurante Ilo fue el postre, directamente recomendado por su propietario que se acercó a nosotros para contarnos su historia con la Cocina.
El postre es una de sus mejores creaciones: Un queso y dulce. Cualquiera diría que es imposible sorprender con tan manoseada preparación. A pesar de cualquier prejuicio, se acercó con un plato que contenía un ladrillo de queso cordobés cubierto por dulce de cayote. La consternación llegó cuando al queso y dulce lo bañó en un aceite de oliva mendocino y sus manos combinaron movimientos sobre un pimentero de tamaño considerable. Las esferas picantes y rotas se arrojaban constantemente sobre nuestro dulce sin parar cubriendo de negro el color dorado de la cucurbitácea.
Lo dulce, lo salado, lo picante, lo frutal habían conspirado a favor de nuestro paladar. Nuestra tarde nublada se cerraba con un banquete en medio de la nada, sabiendo que el regreso era inevitable. Uf, que buena manera de despedirnos.La partida fue sin correr riesgos. Pausados, llegamos a Mendoza Metrópoli para devolver el auto y ubicar la plataforma de salida hacia Buenos Aires en el colectivo de asientos horizontales.El “azafato” nos sirvió el último sorbo de vino tinto en tierras cuyanas, ésta vez, en vasos descartables de plástico que sin otra alternativa chocaron para decretar un brindis sin sonido de cristal. Los tres nuevos amigos ya habían pasado la experiencia de su primer viaje. El próximo aún no fue realizado. Quizás tan solo con éste haya alcanzado.
Fin.
100 horas de cocción... Parte III
El tercer día, tenía como destino Potrerillos, un pueblo que se ubica adentrándonos en la Cordillera de Los Andes.
La fila de viajeros obligaba al auto alquilado ir a la velocidad justa para girar los ojos y ver la altura, la nieve de los picos, las aves volando, las lagunas escondidas. Todo allí, todo aquí.Después de un par de kilómetros de ripio, llegamos a la morada del Viejo Montañés, que parecía haberse arrancado de las páginas del “Viejo y el Mar” de Hemingway: Su soledad y su destino.
El Viejo tenía un restaurant, una cabaña en medio de la montaña con mesas de maderas longitudinales, sillas de troncos, fotos en los parantes, banderas de SlowFood. Alrededor de la morada, el terreno se encontraba en pendiente, los arboles se erizaban de la tierra hasta confundir el celeste cielo con el verde hoja, el arroyo sonaba en do mayor cuando el agua, veloz, impactaba a las piedras sostenidas. A lo lejos, aunque muy cerca, la montaña, el hábitat del Viejo: Eduardo Luis Maccari.
Maccari, con sus propias manos cocina lo que él mismo come. Y eso lo comparte con los visitantes. Nuestro estómago, tomó carrera y comenzó la maratón de “alemaneidades”: Degustación de salchichas caseras, un chucrut blanco, otro colorado, un garrón de cerdo entero cocido el tiempo que demora el sol en irse, horas. El aliento de los comensales lograban desarmarlo. Parecía mágico. La mesa de mantel campechano sostenía además unas papas con piel en manteca y romero. Sentíamos estar en la campiña germana, lo único que nos mantenía en la realidad era la charla en idioma propio. Por las gargantas pasaban un torrente de sus cervezas rubia de 7,5º de alcohol; su negra agresiva, perseverante, meticulosa en su tostado justo y su roja disminuida, levemente dulce y su color coral.
El Viejo, además de la cabaña donde cocina también tiene una fábrica de cerveza artesanal, una historia, una obsesión y un perro. Luego de la sobremesa, llegó el turno de encontrarnos con él en su fábrica. Parco al principio, se entregó después a la charla amena y exhaustiva de su vida, como buen hombre de montaña.
Hace muchos años, el Viejo, conocedor de la geografía recibió un llamado urgente de la Fuerza Aérea Argentina: Sin él no podían rescatar a un joven arquitecto checo que se había accidentado en la montaña. El Viejo, joven en aquel entonces, lo divisó a lo lejos. Todos lo dieron por muerto, el arquitecto estaba inerte, congelado. Sin embargo, Maccari insistió y bajaron hasta alcanzarlo para llevarlo en una sola pieza de hielo hasta un hospital donde lograron revivirlo. La perseverancia y su apuesta hizo que el Gobierno de Checoslovaquia lo invitase a su país para agradecer su acto de honor. Y el hombre rescatado lo llevó a conocer su familia, en Pilsen. Una familia de cerveceros artesanales que le enseñó todos los secretos de la malta, el lúpulo, el agua.
Se obsesionó, encontró su destino y se quedó en aquel país durante 8 años, hasta volver a la Argentina y emprender un viaje en busca del agua perfecta para su cerveza. La encontró en Potrerillos y desde entonces, realiza la cerveza artesanal a la cual le llamó como su perro, Jerome. Son esas vidas que son biografías.
En la fábrica, Maccari nos hizo degustar su más adorado tesoro una vez más, nos contó sus secretos, y el secreto de los que dicen ser artesanos aunque industrialicen la cerveza. Nos despedimos con un fuerte apretón de manos. Manos de cocineros, con ampollas de cuchillos mal tomados contra sus manos de leñador, con marcas en la piel de hachas oxidadas pero filosas.
Merecíamos una siesta, pero ya había pasado la hora. Nuestro almuerzo se había dilatado hasta las horas en que el sol empieza a sentir el cansancio de tan largo día. Igual que nosotros.
Sin embargo, no íbamos aflojar allí. Bajamos hacia Agrelo, con las primeras estrellas como mapa. Nuestra ajetreada pero placentera agenda tenía como destino un hotel: Cavas Wine Lodge. El nuevo concepto de hotelería, sin fastuosidades, sin lujos, pero con estilo. Mucho.
Martín y Cecilia, los dueños, nos recibieron con una copa de espumante en pleno concierto de violín para huéspedes. La música asomaba desde un pequeño anfiteatro de pocos escalones donde una muchacha de mirada a la nada apoyaba su pera contra la mariposa de madera dándole sonido a un vuelo que no existe. Los acordes, entre espalderos, silencio de grillos cantores, y vino nos hacía sentir suspendidos en el aire a pocos centímetros del suelo. Volábamos.
Cavas Wine Lodge es de esos hoteles que aparecen en los documentales de los “Cien Mejores Hoteles del Mundo”. Una mansión en medio de la nada, como si fuera el casco de una estancia del Siglo XVIII, pasillos sin paredes donde caminas entre las vides y cada 100 metros una propiedad para cada visitante con su respectiva cama rectangular a lo ancho, sus sábanas de mil hilos, su consecuente manta mapuche para tapar los pies, sus leñas para apaciguar el frío, un balcón con vista a la montaña que todos respetan, que siempre está ahí, mucho mas eterna que cualquiera de nosotros.
Nos prepararon una mesa en las afueras de la casa nueva, pero antigua. Nos agasajaron con un menú, que lo acompañamos con un Chakana Chardonnay para lo salado, y un Fond de Cave cosecha tardía, para lo dulce. Muy relajados cenamos, charlamos, disfrutamos la paz del lugar, recorrimos el hotel, llegamos a la cava subterránea con su roca inamovible, probamos su Bonarda exclusiva solo para clientes y terminamos sentados en el sillón de un living rectangular a lo largo. Mis nuevos amigos y yo suspiramos. Suspiros hacia adentro, individuales, que de forma invisible se unieron para ir sellando la amistad cuando estábamos a punto de alcanzar las 100 horas de cocción.Al volver a nuestra morada, sedados, amagamos con salir. Pero no. Qué otro acontecimiento podía mejorar nuestra jornada más que horizontalizarnos en esas camas de una plaza de hotel de bajo costo? Sabíamos que al otro día tendríamos más Mendoza.
100 horas de cocción ... Parte II
Foto en dos tiempos de nuestro horno de barro. Herido horno, pero va caliente.
El sol se despertó mucho antes que nosotros. Y nosotros, apenas levantados, salimos a la caravana nuevamente. La salida hacia la ruta fue la responsable de unir nuestras miradas con la montaña a lo lejos. Imagen que no se olvida, y que seguramente deba ser la responsable que mucha gente quiera quedarse a vivir allí, en Mendoza.
El próximo paso sería en la Bodega Familia Zuccardi. Una bodega ya mas amplia, que nació en 1968 gracias al sueño de un ingeniero que trajo un sistema de riego vanguardista para la época. La bodega, sigue con su faceta familiar, pero ya es mas imponente, se percibe en el aire el crecimiento de la empresa en los últimos años. El primer paso fue el Wine shop donde la billetera brasilera no detenía su consumismo. La nuestra, quieta, tan solo por el momento. Nos tomaron de la mano y nos llevaron al interior del interior del vino.En Zuccardi, el recorrido es muy parecido a como puede ser en cualquier otra bodega, con la contracara que es mas grande, mas empresa. Mujeres y hombres de uniforme hacen su trabajo, con el mismo esfuerzo que lo realizan las máquinas traídas de Alemania que aceleran la maceración, la mejoran, logran lo que los enólogos quieren lograr con tan solo apretar un botón. Valió la pena la inversión.La explicación del proceso es un tanto mas precisa que lo visto hasta el momento. La selección de uvas y racimos, uno por uno, de forma manual, las temperaturas que se manejan para que los hollejos le den color al vino, el aumento de temperatura para que se inicie la fermentación, y las barricas usadas por única vez, o dos y hasta por tres oportunidades. Claro! Por eso puede ser tan costoso un vino.
De vuelta por el Wine shop, la compra nuestra de cada día: Una remera, o dos, un aceite de oliva que fabrica Don Zuccardi, una bonita lámina de descriptores aromáticos, que se ve muy seguido pero sigue siendo original.
De vuelta por el Wine shop, la compra nuestra de cada día: Una remera, o dos, un aceite de oliva que fabrica Don Zuccardi, una bonita lámina de descriptores aromáticos, que se ve muy seguido pero sigue siendo original.
Y no nos podíamos ir de allí, sin almorzar en su bonito restaurant, entre parrales, con el wallpaper precordillerano de fondo, claro. El menú no sorprende, lo que sí, es el sabor de los productos que llegaban a nuestra mesa, porque creemos conocer el sabor de un tomate en Buenos Aires, pero en verdad, que mediocres son nuestras papilas cuando prueban un tomate crudo.
La autenticidad de la materia prima nos convierte en mejores cocineros, y ese es un as en la manga que pocas veces solemos darle importancia.
De vuelta en el auto, salimos hacia Almacén del Sur, una finca con visita agendada. La recepción fue de Santiago, un gordito orgulloso del lugar, muy cordial, dispuesto a informarnos.
Almacén del Sur nació hace solo 4 años, y sus frascos de productos delicatessen ya recorren el país y el mundo. En un envase de vidrio atractivo guardan conservas como las de brotes de ajo, los tomates asados, chutney de tomates verdes, pimientos de piquillo cuyas semillas son inseminadas en sus campos gracias a viajes anuales a tierras españolas, aceitunas griegas, jaleas de malbec, de torrontés, confituras de uvas, y hasta de pétalos de rosas. Romanticones!
La charla fue amena. Santiago disfrutaba muchísimo de sus comentarios. Y nosotros de los de él. Nos sorprendió el saber que una berenjena o un zuchinni puede crecer en tan solo un par de horas, por lo que los cosecheros suelen pasar dos o hasta tres veces por día para extirparlos de sus plantas. Vimos un secadero solar de tomates, el paso a paso organizado de la elaboración de los productos hasta que nos llevaron hacia un salón cálido, como living de abuela, que sería el lugar de la degustación de sus productos. Sin vino, teníamos sed, mucha! Tres cervezas, por favor! En el salón, que es el salón del restaurant que a esas horas ya había cerrado, lo mas lindo era la desigualdad de sus mesas y sillas. Todas distintas, un buen dato para aquel arquitecto decorador que no se anima a ser diferente.
Los productos, hay que reconocerlo, son excelentes, como así costosos. No digo que no lo valgan, pero algunos empresarios siguen pensando en el turismo extranjero, antes que permitir al argentino común desarrollar su paladar, su sentido del gusto. Escribo esto, releo, y me doy cuenta que haría lo mismo. Hipocresía barata y zuecos de goma.
El sol avisaba que no se iba a quedar todo el día allí, por lo que en plena caída lenta hacia el horizonte marchamos hacia Agrelo, una localidad austera, pequeña, que posee un tesoro inimaginable ante la mirada de los tres transeúntes. Muchos de los vinos que tomamos periódicamente, salen de aquí. En esta localidad, nos esperan un matrimonio amigo, Mauro y Florencia, los dos amigos de la introducción que decidieron soñar y no despertarse. Son dueños de Finca La Promesa, y hacedores de su primer vino, el Trapezio Merlot. Mauro, gracias a la magia del Nextel era nuestro guía turístico-espiritual por lo que las gracias, como suelen hacer los cocineros, iba a ser transmitida a través de los fuegos.
El desafío mayor fue encender el fuego en la garganta del horno de barro antiguo, con algunos ladrillos sueltos, que tiraba bocanadas de humo . El Chef Tolosa, fue el mas perseverante y comandó la brigada. Dominguez, el sous-chef, se encargaba que la mise en place llegase a destino. Milesi, pasante, puesto que en verdad disfrutaba, porque era un pasante que se la pasaba charlando y bebiendo rosados y blancos de cava de Mauro a 8 grados. Quiero una!
El Menú, improvisado durante la caminata entre pasillos de supermercado de Luján de Cuyo, como mas nos gusta a los cocineros , fueron unos canapés de masa de bizcocho de grasa, calabaza y queso camembert. El plato principal, pollos de 2 kilos, abiertos sin columna, sin cogote, sin cadera ni esternón acariciados con morcilla desmenuzada entre su carne y su piel que fue acompañado con unas cebollitas de verdeo pinchadas en una brochette, papas con manteca compuesta con calditos Knorr y unos zuchinnis, con sal, pimienta y aceite de oliva. La simplicidad de la materia prima se hacía cómplice de la mano de los cocineros y de la boca de los comensales. Viva el campo!La noche terminaría llena de charla, estrellas arriba, piernas relajadas abajo y el aire embalsamado en el medio. Hotel y dormir, una vez mas.
El Menú, improvisado durante la caminata entre pasillos de supermercado de Luján de Cuyo, como mas nos gusta a los cocineros , fueron unos canapés de masa de bizcocho de grasa, calabaza y queso camembert. El plato principal, pollos de 2 kilos, abiertos sin columna, sin cogote, sin cadera ni esternón acariciados con morcilla desmenuzada entre su carne y su piel que fue acompañado con unas cebollitas de verdeo pinchadas en una brochette, papas con manteca compuesta con calditos Knorr y unos zuchinnis, con sal, pimienta y aceite de oliva. La simplicidad de la materia prima se hacía cómplice de la mano de los cocineros y de la boca de los comensales. Viva el campo!La noche terminaría llena de charla, estrellas arriba, piernas relajadas abajo y el aire embalsamado en el medio. Hotel y dormir, una vez mas.
100 horas de coccion... by pocholo
Las letras se van uniendo, intentando compartir los momentos de un viaje. Y los ojos que las leen, tratan de sentirse en el mismo lugar, con las mismas vivencias, dimensionando lo poco, lo mucho, la nada.
Viajar es el mejor de los alimentos. Y existen dos grandes pilares que hacen un viaje: El lugar, por supuesto, y quizás mas importante: con quién se viaja.
Uno puede viajar solo, donde el destino y el testigo son una sola cosa, observa, transita, inhala, exhala, disfruta cada paso y siente una pizca de pena por lo que no están con uno en el preciso instante que abre las puertas de lo desconocido. Puede viajar acompañado, siendo dos, siendo tres, o diez, donde la dimensión de lo que se tiene enfrente puede ser tan variable como la mismísima realidad de las cosas. Puede viajar en diferentes edades, donde la absorción de las imágenes depende de la madurez encarnada en su alma. Puede viajar con viejos amigos, donde la convivencia es mas conocida, se vuelve a hacer lo que ya se hizo alguna vez, donde lo único nuevo es el paso siguiente, lo que no es poca cosa.O puede viajar con nuevos amigos. Y eso retribuye al alma cuando percibe que esos nuevos, podrán ser viejos. Solo depende del paso del tiempo.
Este viaje me enseñó eso, además de enseñarme que un vino es obra de Dios, autor intelectual, y del hombre, autor material. Que la vida te da sorpresas, como el viejo montañés que salvó la vida de un desconocido para salvar su propia vida. Me enseñó -mejor dicho, me demostró- que nuestro país tiene rutas, caminos y almas que lo construyen y lo hacen precioso. Que la gente trabaja por dinero y trabaja por amor. Que la distancia entre amigos puede unirte mas, como sucede con aquellos dos amigos que fueron a Mendoza a soñar y hoy lo hacen con ojos abiertos, despiertos. Y tantas otras, que espero puedan ser plasmadas en los párrafos de los cuatro días vividos, de las 100 horas de cocción a fuego moderado en Mendoza.
Este viaje me enseñó eso, además de enseñarme que un vino es obra de Dios, autor intelectual, y del hombre, autor material. Que la vida te da sorpresas, como el viejo montañés que salvó la vida de un desconocido para salvar su propia vida. Me enseñó -mejor dicho, me demostró- que nuestro país tiene rutas, caminos y almas que lo construyen y lo hacen precioso. Que la gente trabaja por dinero y trabaja por amor. Que la distancia entre amigos puede unirte mas, como sucede con aquellos dos amigos que fueron a Mendoza a soñar y hoy lo hacen con ojos abiertos, despiertos. Y tantas otras, que espero puedan ser plasmadas en los párrafos de los cuatro días vividos, de las 100 horas de cocción a fuego moderado en Mendoza.
La salida de Buenos Aires fue lenta, como puede imaginarse una salida en Semana Santa, cuando todos los viajeros cual hormigas en procesión olvidan la Resurrección y se acuerdan de los días libres. Lentamente, después de caminar en colectivo por Puerto Madero, salimos hacia las rutas argentinas hasta el fin. Llegamos a Mendoza, tarde, ansiosos, dispuestos a no perder tiempo.
El primer paso fue hacia la bodega que, personalmente, tantos buenos momentos me hizo vivir. Estar en el lugar del hecho, en el lugar donde nace el vino, es tan intenso como el niño que conoce Disneylandia. Es estar con los creadores, y con los personajes que preparan el producto definitivo que recorrerá góndolas, bocas y noches de gargantas con taninos.
Ruca Malén llegó a mi vida, allá por el año 2002, en una de esas visitas a vinotecas a comprar lo que ya se conoce o lo que no. Éste vino, formaba parte de “lo que no”. La leyenda Mapuche de Ruca Malén se reencontraría conmigo en momentos de elegir un vino para recomendar, para compartir, para regalar, para abrir en cualquier instante.
La entrada a la bodega es una postal, en el sentido adjetivo de la palabra, apenas disminuida por pequeñas pinceladas de nubes que no permitían observar el Cordón del Plata en todo su esplendor. No importaba.
Una casa de imponente color tierra misionera nos recibió con las vides cosechadas y con un menú de cinco pasos que maridaban (y no tanto) con todos los vinos que produce Ruca Malén. Al principio, un balcón con vista regalada por la naturaleza, fue el escenario de los dos primeros platos para luego pasar al salón privado que nos albergaría por un par de horas. Un menú actual, como la gastronomía nuestra de hoy soporta. Quinoa bien cocinada, lomo en el punto solicitado y un buen postre con babá y helado de naranja y oliva. El crocante de Hesperidina, quedaba mejor en el relato del plato que en el paladar. Como suele suceder cada vez mas seguido. Cuidado!
Luego del almuerzo, entramos a la Zona de Producción. Y que mejor momento que fines de marzo y principios de abril para visitarla. Los canastos dejaban caer sus racimos de cabernet a la boca mecánica que se encarga de quitarles el escobajo de forma perfecta. Pasamos por los cilindros inmensos de acero inoxidable que maceran y fermentan. Una buena charla con el enólogo de la bodega que estaba en pleno pisage, para después pasar al cuarto oscuro de baja temperatura repletos de barricas francesas y americanas desde el piso hasta el techo. El vino estaría allí durmiendo, abrazado por el roble extranjero de primer uso para seducir nuestras bocas varios meses después.
El paso siguiente fue el Club Tapiz, el hotel del vino Tapiz, que merecía su visita por la belleza de la casa antigua, con su restaurant bonito y escénico. Charlamos con sus cocineros, mendocinos ellos, que hacen camino el andar como muchos otros cocineros. Una buena charla, un idioma que solo los cocineros comprendemos, y un lugar que nos serviría para el primer paso improvisado, llegar a la fábrica de Aceite de Oliva Pasrai.
El paso siguiente fue el Club Tapiz, el hotel del vino Tapiz, que merecía su visita por la belleza de la casa antigua, con su restaurant bonito y escénico. Charlamos con sus cocineros, mendocinos ellos, que hacen camino el andar como muchos otros cocineros. Una buena charla, un idioma que solo los cocineros comprendemos, y un lugar que nos serviría para el primer paso improvisado, llegar a la fábrica de Aceite de Oliva Pasrai.
Nunca había visto como se hacía un aceite. Quizás sí sabia, pero el saber leyendo, no es lo mismo que el saber observando. Una señorita de buen léxico, muy estudiosa para explicar el proceso nos hizo recorrer el procedimiento. Las aceitunas que se utilizan para hacer aceite son muy distintas que las que acostumbramos a consumir. Pequeñas, minúsculas, para que el porcentaje de agua y aceite que guardan en su interior sea mas aprovechable. Primera y única prensada en frío, un viaje a la decantación y un filtrado adaptado a los ojos compradores que mantienen la costumbre de suponer que el transparente es mejor que el aceite turbio.
La primer noche se acercaba, y habíamos estado de un lugar al otro, oyendo, observando, degustando, tocando, oliendo. Necesitábamos la ducha, recargar las energías para andar por las nochecitas de Mendoza, que también tienen ese que se yo, viste.
Arístides Villanueva, es la calle de los jóvenes mendocinos y de otros que vienen de otras partes del país como nosotros y del mundo como los otros. El auto, el pequeño cuatro ruedas de color verde, fue archivado en un garage que hasta las 3 de la mañana nos cobraba 5 pesos. La caminata, sin destino indicado, con un objetivo marcado: Cenar. Pasamos, bares y tabernas, antiguas y modernas. Al final caímos a un lugar que no se sabía si era mexicano o español. Quizás las dos cosas. Falta de identidad. Yo pedí conejo, cosa que me disgustó, Hernán y Daniel una paella para dos. Y el vino, claro. No pasamos mucho tiempo dentro del lugar, la cuenta y a caminar.
La caminata nos topó con dos noviecitos adolescentes que eran novios hace tiempo, se notaba en sus vestimentas, en su forma de agarrarse. Ellos fueron los que nos dijeron: “La noche se vive en Chacras de Coria.” Y allá fuimos, previo paso por el Parque San Martín y su portón enorme, soberbio, contundente.Para llegar a Chacras anduvimos en el auto por todas las afueras de Mendoza. La calle se convertía en ruta, la ruta en calle nuevamente, la calle en tierra. Y en la tierra, una fila de personas que vaya a saber uno de donde venían. Había un poco de temor, y la certeza de que nos habíamos perdido. Dos horas después llegamos al lugar: Alquimia. Un boliche más, ruidoso, luces intermitentes, muchos hombres de piropo en la oreja y mujeres de orejas con piropo. Una noche mas, con su respectiva cerveza, el fernet oscuro y mal hecho, el campari con naranja. Una noche sin condimentos. Hotel y dormir.
Continuará...
lunes, 2 de noviembre de 2009
Estimados Amigos y clientes: Tenemos el agrado de comentarles que esta semana en los días 3,4,5 y 6 de noviembre se realizara una nueva edición de la Expo vinos de Lujo’09 El conocedor, dicho evento se realizara en los salones del Alvear Palace Hotel de la ciudad de Buenos Aires. Sin dudas es el evento mas esperado del año, donde aquellos amantes del vino tendrán la posibilidad saborear y descubrir los mejores vinos de las bodegas mas importantes de la argentina, se presentaran casi 150 etiquetas de alta gama.Por eso queríamos comentarles que nuestra sommelier asistirá a esta gran exposición en busca de los mejores exponentes y así poder compartirlos con ustedes en nuestra vinoteca 750 (neto) Almacén de vinos como también en nuestro blog http://www.750neto.blogspot.com/ donde presentaremos un resumen de la expo y las catas de los vinos degustados.
Saludos cordiales.
martes, 18 de agosto de 2009
Gastronomía y una nueva propuesta, en la ciudad de mar del plata.
El almacén de vinos 750 Neto y el restaurante Sarasanegro se unieron junto a la Bodega El Esteco, para la realización de un importante evento: “Entorno y encuentro”, una degustación de nueve platos y siete maridajes que tendrá lugar los días 21 y 22 de agosto en el resto de San Martín casi España. Hernán Domínguez, propietario de 750 Neto, explicó detalles del evento, anticipó la calidad del menú y marcó pautas de estilo para la realización.
El evento es de gran jerarquía, cuanta con producción local a cargo del chef Hernán Domínguez, que también es propietario de 750 Neto, establecimiento dedicado a la comercialización de vinos de calidad.
En diálogo con Mar del Plata Produce, programa que se emite diariamente a las 17:50 por la 96.5 Residencias, Domínguez comentó que "se ofrecerán platos inspirados en el entorno de la ciudad, representando el mar, el bosque y las sierras, en un paseo gastronómico que será único".
Esos nueve pasos o estaciones estarán acompañados por siete variedades de vinos de primera calidad, que podrán ser apreciados por quienes acudan al evento sin limitación alguna. Todos los maridajes serán acordes al plato con el que serán presentados.
Nueve estaciones
La noche comenzará con Toffe de arvejas y jamón serrano, que irá acompañado de “Espumante Rose”, como para iniciar un recorrido inspirado en los aromas propios del producto. A este le seguirá "Abstracción de la sierra", integrado por ensalada de hojas, flores y hortalizas, caldo tibio de emmenthal y azafrán con un exquisito “Ciclos Torrontes”.
Más tarde será el turno de "Carbón vegetal" que integra mandioca cocida en caldo de maíz morado, huevo y papa con "Ciclos Malbec Rose"; lo seguirá "Achuras en el Mar" con chimichurri marino y un muy personal "Ciclos Malbec" que abrirán paso a "Raya - Tuétano" con el mismo maridaje.
Pero las estaciones continúan, por eso luego aparece "Bosque encantado", de arroz de oro con aromas de madera de Jack Daniels y hongos de pino para ser acompañado con "Ciclos Cabernet Sauvignon"; y luego "Corte de res, cáscaras y emulsión de papa con arrope de quebracho y un excelente "Ciclos Icono".
Los postres también tienen su lugar: primero un Prepostre de frutillas agridulces y luego un Brioche avellanas, manteca y trufa, junto a un "Ciclos Tardío Malbec.
Obviamente, los esfuerzos de realización de este evento están bien expuestos en el menú, que irá fortalecido con la ambientación del lugar y la atención personalizada de ambas empresas. Y el aporte de Bodega El Esteco significa un apoyo importante para la configuración de una degustación con un estilo bien marcado y definido.
Domínguez aclaró que sólo será para treinta personas por día, por lo tanto los interesados deberán reservar su lugar. Para obtener mayor información pueden dirigirse a 750 Neto, en Olavarría 3167, o telefónicamente al 451-0235 o a Sarasanegro, al 473-0808.
El evento es de gran jerarquía, cuanta con producción local a cargo del chef Hernán Domínguez, que también es propietario de 750 Neto, establecimiento dedicado a la comercialización de vinos de calidad.
En diálogo con Mar del Plata Produce, programa que se emite diariamente a las 17:50 por la 96.5 Residencias, Domínguez comentó que "se ofrecerán platos inspirados en el entorno de la ciudad, representando el mar, el bosque y las sierras, en un paseo gastronómico que será único".
Esos nueve pasos o estaciones estarán acompañados por siete variedades de vinos de primera calidad, que podrán ser apreciados por quienes acudan al evento sin limitación alguna. Todos los maridajes serán acordes al plato con el que serán presentados.
Nueve estaciones
La noche comenzará con Toffe de arvejas y jamón serrano, que irá acompañado de “Espumante Rose”, como para iniciar un recorrido inspirado en los aromas propios del producto. A este le seguirá "Abstracción de la sierra", integrado por ensalada de hojas, flores y hortalizas, caldo tibio de emmenthal y azafrán con un exquisito “Ciclos Torrontes”.
Más tarde será el turno de "Carbón vegetal" que integra mandioca cocida en caldo de maíz morado, huevo y papa con "Ciclos Malbec Rose"; lo seguirá "Achuras en el Mar" con chimichurri marino y un muy personal "Ciclos Malbec" que abrirán paso a "Raya - Tuétano" con el mismo maridaje.
Pero las estaciones continúan, por eso luego aparece "Bosque encantado", de arroz de oro con aromas de madera de Jack Daniels y hongos de pino para ser acompañado con "Ciclos Cabernet Sauvignon"; y luego "Corte de res, cáscaras y emulsión de papa con arrope de quebracho y un excelente "Ciclos Icono".
Los postres también tienen su lugar: primero un Prepostre de frutillas agridulces y luego un Brioche avellanas, manteca y trufa, junto a un "Ciclos Tardío Malbec.
Obviamente, los esfuerzos de realización de este evento están bien expuestos en el menú, que irá fortalecido con la ambientación del lugar y la atención personalizada de ambas empresas. Y el aporte de Bodega El Esteco significa un apoyo importante para la configuración de una degustación con un estilo bien marcado y definido.
Domínguez aclaró que sólo será para treinta personas por día, por lo tanto los interesados deberán reservar su lugar. Para obtener mayor información pueden dirigirse a 750 Neto, en Olavarría 3167, o telefónicamente al 451-0235 o a Sarasanegro, al 473-0808.
sábado, 8 de agosto de 2009
Bodega Trapezio
jueves, 25 de junio de 2009
Ferran Adrià y Heston Blumenthal
Los franceses inventaron las estrellas Michelin. Y los ingleses la lista de los 50 mejores restaurantes del mundo, que publica desde hace ocho años la revista Restaurant.
Su último veredicto, acreditado con más de 4.000 votos emitidos por críticos, cocineros y hoteleros de diversas nacionalidades, sitúa por quinta vez El Bulli en primer lugar, seguido del británico The Fat Duck, de Heston Blumenthal. Hace unos días, cuando Ferran Adrià recibió en el Covent Garden londinense el primer premio, quiso dedicarlo a su colega inglés, de quien dijo haber aprendido una lección de honestidad. Blumenthal acaba de pasar el peor trago de su carrera al verse involucrado en un escándalo cuando cuatrocientas personas se sintieron indispuestas después de comer en The Fat Duck. El problema no fue debido a una intoxicación, como se apuntó al principio, sino a un virus intestinal muy contagioso.
Parece que entre el mejor cocinero del mundo y el segundo debería haber rivalidad. ¿Qué pasó por la cabeza de Blumenthal hace unos días en el Covent Garden cuando Adrià le dedicó su premio?
Heston Blumenthal (H.B.): Me sentí muy emocionado. A las dos semanas de que estallara el escándalo de The Fat Duck, en el peor momento de todos, Ferran se puso en contacto conmigo para decirme que se sentía como si aquella pesadilla le estuviera ocurriendo a él. Reconforta muchísimo saber que cuentas con ese apoyo.
Ferran Adrià (F.A.): Estos premios marcan el inicio de una nueva etapa. Hay que mirar hacia adelante y sobre todo construir. Tenemos la suerte de que la gastronomía ha adquirido una dimensión maravillosa, y hay que trabajar para que esto continúe.
El hecho de que ustedes dos estén considerados los mejores chefs del planeta se ha interpretado como un triunfo de la cocina de vanguardia. ¿Qué tienen en común los restaurantes que comparten los primeros puestos en la lista de Restaurant?
F.A.: Casi todo es cocina de vanguardia y sobre todo una cocina que busca algo más que comer bien. Esta es la gran diferencia: se persigue una emoción y hay un riesgo, una palabra que antes en nuestro ámbito no existía. Y ese es el gran valor de la propuesta tanto de Heston como de Andoni Luis Adúriz, Joan Roca, René Redzepi (el danés del Noma, tercero en la lista), o Bras y Gagnier, que fueron los primeros que apostaron por esto. A mí personalmente me ha sorprendido mucho esa apuesta por algo tan complejo como la cocina de vanguardia.
H.B.: Los diez primeros son restaurantes muy creativos que utilizan tecnología moderna y nuevas técnicas como un instrumento para transmitir aquello que el chef quiere expresar. El factor emocional es fundamental. Hace 200 años no había ningún entretenimiento como el cine, la tele, el iPod, y la comida era, entre las clases altas, una manera de divertirse, una especie de juego. En cierto modo estamos volviendo a esa tradición de hace 200 años.
Muchos cocineros piensan que la lista de Restaurant no es justa porque quedan fuera grandes cocineros.
F.A.: Esta es una lista asesina. Y no es un juego. Por supuesto que es injusta, como ocurre con todas las listas, y está claro que sólo nos gusta a los que estamos en los primeros puestos, que la encontramos fantástica. Pero las cosas no son lo que uno quiere que sean sino lo que son, y no cabe duda de que esta lista ahora mismo es la noticia más importante del año en el mundo de la gastronomía. Desde luego, comprendo que es muy bonita para nosotros, pero muy y muy dura para muchos chefs. No olvidemos que hay millones de restaurantes en el mundo.
El escándalo que supuso la indisposición de 400 personas tras comer en The Fat Duck desató todas las alarmas. ¿Tuvieron la sensación de que hay una parte de la sociedad pendiente de que haya un desliz en alguno de los restaurantes más importantes de la cocina de vanguardia?
H.B.: La gente que está arriba no acostumbra a tirar piedras a los que están abajo. Suelen ser los que están abajo quienes tiran piedras a los que están arriba. La cobertura en Inglaterra por parte de la prensa fue enorme. En general, el texto de la noticia era correcto, en el 90 por ciento de los casos, pero los titulares no. No podían hablar de envenenamiento porque no era correcto, pero sí podían hablar de alarma por envenenamiento, y lo hicieron. En todos los campos, no sólo en la cocina, siempre que hay alguien que sobresale un poco, que se sale de la manada, tiene el peligro de que haya gente que no quiera que progrese, ya sea porque están celosos o porque no quieren cambios. Hay una parte de la población que no quiere que nada cambie.
F.A.: La conclusión a la que he llegado después de siete meses de viajes constantes en los que he hablado con mucha gente de la gastronomía es que mientras haya una vanguardia siempre va a haber una contravanguardia, tal como ocurre en el mundo del arte. Hay que vivir con eso.
¿Detectan ustedes cierta crisis de confianza entre los cocineros? ¿Hacia dónde creen que va la alta cocina?
H.B.: Veo bastante claro que la época de los restaurantes muy formales, con servicio muy estirado, está acabando. Ahora a la gente le gusta más disfrutar una comida estupenda en un ambiente más relajado. Puede haber una crisis de confianza porque los chefs disponen de tantas técnicas y herramientas que a veces no saben muy bien hacia dónde tirar. Al final la gente va a ir al restaurante no para llenarse la tripa: tú cuando vas a ver una película puedes ver un día una comedia, otro un drama y otro una de acción. Tal vez en el futuro del restaurante está en colaborar con otras áreas, como iluminación, sonido, magia, buscar complementos que según tu estado de ánimo no sólo vayas a comer sino a obtener una experiencia aún más completa.
F.A.: La gran revolución es que la gastronomía va a ser cada vez más una actitud. Y el país que tenga más desarrollada esa actitud destacará más tanto en el ámbiro de la cocina sencilla como en el de vanguardia. Cuando hablamos de la alta cocina hay que tomar el ejemplo de la nouvelle cuisine, que empezó hace 40 años y aún está evolucionando. Fue una revolución más filosófica que la actual, en la que está habiendo un pragmatismo de nuevas elaboraciones como nunca se había dado. Si consideramos que nuestro movimiento nació a mediados de los 90, significa que aún quedan 20 años para desarrollar todo lo que hemos puesto en marcha.
¿La crisis cambiará el panorama actual de los grandes restaurantes?
F.A.: La crisis económica está marcando una cosa muy importante, y es que nadie más va a abrir un restaurante gastronómico como negocio, y eso va a suponer un cambio brutal. El que monta un restaurante como los nuestros es porque tiene una manera de entender la vida. Uno de los efectos de la crisis, y en España ya lo hemos ido viendo desde hace años, es que los grandes restaurantes se han ido situando en los hoteles. Pero está claro que hay un nuevo orden, y que, por lo menos aquí, no proliferarán los establecimientos de vanguardia en los que se haga investigación. Quedaremos sólo unos cuantos, de la misma manera que en la alta costura o en la fórmula 1 son pocos.
En el libro que han editado Richard Hamilton y el director de la Tate Modern, Vicente Todolí, a raíz de la participación de Adrià en la última Documenta de Kassel, Blumenthal afirma que lo más importante de la cocina de El Bulli son las emociones que provoca.
H.B.: Hay gente que me pregunta si los cocineros nos sentimos artistas, y es algo que me cuesta contestar porque a todo el mundo le resulta difícil admitir que es un artista. Pero si el arte es promover emociones y un pintor puede generarlas con pinceles, pintura y un lienzo, un cocinero también puede hacerlo con la comida.
F.A.: Creo que el libro de Hamilton y Todolí inicia una nueva manera de hablar de cocina. Durante muchos años nos ha dado pudor explicar las emociones en nuestro campo. Que la gente del arte se exprese de una manera emocional es algo nuevo. Da igual cómo esté hecho un plato: lo importante es lo que te provoca, de la misma manera que da igual cómo está pintado un cuadro porque lo que importa es lo que te aporta.
¿Entonces, son o no son ustedes artistas?
H.B.: Mucha gente tiene un problema en identificar comida con arte porque en el fondo estamos programados para pensar que la comida es un acto necesario para sobrevivir. Cuando tú vas a un museo buscas emociones. Cuando vas a un restaurante vas a comer. Hay gente que come para vivir, gente que disfruta comiendo, y entre estos dos extremos hay muchos que disfrutan y son capaces de experimentar emociones.
F.A.: Creo que los cocineros no debemos tener ninguna pretensión de entrar en el circuito del arte sino dialogar con él y aprender las cosas buenas que puede aportarnos. El debate sobre si la cocina es arte no existe ni va a existir, ni debe existir, porque la cocina es cocina. Al revés tampoco puede ser: tampoco puede venir gente a cocinar que no sean cocineros.
¿Dónde están los límites de su cocina?
H.B.: Cuando obtuve la tercera estrella pasé un año en que no estaba muy seguro de mí mismo hasta que llegué a la conclusión de que si se me ocurre una idea o un concepto, mi primera reacción es seguirla. Me fío de mi instinto y no le doy vueltas. El problema es que a veces piensas que es una buena idea y puedes pasarte tres años trabajando en algo que no acaba en nada.
F.A.: Pienso que lo que ha buscado El Bulli estos últimos años es la calidad de la creatividad. Después de 25 años, uno llega a una etapa en que la calidad es tan importante como la creatividad. La influencia de Japón en el aspecto del sentimiento es fundamental. Puedo decir que mis límites hoy en día son muy raros: porque se está hablando de poesía, del sentimiento de Japón, cuando esto es todo lo contrario de lo que muchas gente pensaría de El Bulli.
Cada cierto tiempo corre el rumor de que Adrià se retira. ¿Hasta cúando seguirá abierto el Bulli?
F.A.: No descarto cogerme un tiempo sabático, pero no encuentro el momento de hacerlo porque en lo creativo estamos viviendo la etapa más feliz de toda nuestra trayectoria y tengo muchos proyectos junto a mi hermano Albert, que, aunque ha dejado de trabajar en el día a día de El Bulli, sigue estando cerca. Los cambios, este pequeño caos que siempre hemos vivido, han hecho que El Bulli sea grande. Seguramente ese tiempo sabático que busco será más para desaparecer del escenario gastronómico que de El Bulli.
¿Que los mejores cocineros del mundo sean un español y un inglés quiere decir que se ha acabado la hegemonía de Francia en la alta cocina? ¿Qué le contestaría Adrià a Naret, el gran jefe de la Guía Michelin, que hace poco afirmó que usted era el único cocinero importante español?
F.A.: Debemos estar orgullosos de que cuatro españoles estén entre los diez mejores. Es una auténtica revolución. Pero hay que aprender a ser generosos. Lo bonito es estar al lado de los otros, no por encima. Si lo conseguimos, habremos triunfado, porque este momento de euforia es muy peligroso. Sobre su país, al señor Naret le diría que los franceses tienen que ser el Barack Obama de la gastronomía. Han sido y siguen siendo la primera potencia mundial pero tienen que entender que necesitan a todo el mundo. Han de coger el liderazgo y compartirlo con todos los demás.
H.B.: No es que Francia haya bajado, sino que el resto del mundo ha crecido, y ellos siguen teniendo una importancia enorme, pero hay muchos otros países interesados en la gastronomía. Hace quince años a nadie le hubiera entrado en la cabeza que en la lista de los 50 habría un jurado formado por chinos, japoneses, españoles o africanos. Pensarían que no es un concurso serio sin un jurado íntegramente francés.
¿Hacia dónde avanza la relación entre ciencia y cocina que ustedes han fomentado?
F.A.: Hay una confusión terrible porque la gente cree que hay probetas en los restaurantes. La ciencia es mucho más importante para la cocina en cuanto a la divulgación que para la investigación. Mi madre se asusta si le digo que le voy a hacer lubina con cloruro sódico, en vez de hablarle de sal. Hay tal salto entre lo que es el mundo de la ciencia y el de la calle, que hace falta divulgación, divulgación y divulgación. Sin duda alguna, la ciencia está en el conocimiento, y esa colaboración con la cocina habrá que buscarla en las universidades.
H.B.: Se ha avanzado tanto, que eso a veces puede ser contraproducente. Hay miles y miles de congresos de cocina en todo el planeta. Algunos de ellos son muy buenos porque permiten que los jóvenes chefs conozcan lo que se está haciendo en otros lugares, pero existe el peligro de que se utilicen los avances sólo para impresionar. La técnica y la ciencia no deben estar por encima de la cocina. Son pura herramienta, y lo importante es cocinar.
¿Les preocupa involucrarse en proyectos sociales desde el lugar de influencia que ocupan?
H.B.: Yo he obtenido mucho beneficio de The Fat Duck, por lo que me considero muy afortunado y creo he de devolver a la sociedad parte de lo que me ha dado. He participado en diferentes proyectos sociales y ahora mismo he publicado un libro con la sociedad de química del Reino Unido, de modo altruista, que formará parte del currículo escolar. Es una manera de devolver una parte de esos beneficios.
F.A.: Creo que el gran reto es que se vea la cocina de vanguardia como algo con un valor social.En mi caso, el trabajo social, que está todo canalizado a través de la fundación Alicia, es cada vez más importante. Para dedicarme a ello he dejado la mayor parte de mis negocios, y sólo continúo con algunas colaboraciones por amistad, para sufragar la estructura del taller. Piense que mantener El Bulli cuesta unos 400.000 euros al año, por lo que necesitas ingresos externos.
Parece que entre el mejor cocinero del mundo y el segundo debería haber rivalidad. ¿Qué pasó por la cabeza de Blumenthal hace unos días en el Covent Garden cuando Adrià le dedicó su premio?
Heston Blumenthal (H.B.): Me sentí muy emocionado. A las dos semanas de que estallara el escándalo de The Fat Duck, en el peor momento de todos, Ferran se puso en contacto conmigo para decirme que se sentía como si aquella pesadilla le estuviera ocurriendo a él. Reconforta muchísimo saber que cuentas con ese apoyo.
Ferran Adrià (F.A.): Estos premios marcan el inicio de una nueva etapa. Hay que mirar hacia adelante y sobre todo construir. Tenemos la suerte de que la gastronomía ha adquirido una dimensión maravillosa, y hay que trabajar para que esto continúe.
El hecho de que ustedes dos estén considerados los mejores chefs del planeta se ha interpretado como un triunfo de la cocina de vanguardia. ¿Qué tienen en común los restaurantes que comparten los primeros puestos en la lista de Restaurant?
F.A.: Casi todo es cocina de vanguardia y sobre todo una cocina que busca algo más que comer bien. Esta es la gran diferencia: se persigue una emoción y hay un riesgo, una palabra que antes en nuestro ámbito no existía. Y ese es el gran valor de la propuesta tanto de Heston como de Andoni Luis Adúriz, Joan Roca, René Redzepi (el danés del Noma, tercero en la lista), o Bras y Gagnier, que fueron los primeros que apostaron por esto. A mí personalmente me ha sorprendido mucho esa apuesta por algo tan complejo como la cocina de vanguardia.
H.B.: Los diez primeros son restaurantes muy creativos que utilizan tecnología moderna y nuevas técnicas como un instrumento para transmitir aquello que el chef quiere expresar. El factor emocional es fundamental. Hace 200 años no había ningún entretenimiento como el cine, la tele, el iPod, y la comida era, entre las clases altas, una manera de divertirse, una especie de juego. En cierto modo estamos volviendo a esa tradición de hace 200 años.
Muchos cocineros piensan que la lista de Restaurant no es justa porque quedan fuera grandes cocineros.
F.A.: Esta es una lista asesina. Y no es un juego. Por supuesto que es injusta, como ocurre con todas las listas, y está claro que sólo nos gusta a los que estamos en los primeros puestos, que la encontramos fantástica. Pero las cosas no son lo que uno quiere que sean sino lo que son, y no cabe duda de que esta lista ahora mismo es la noticia más importante del año en el mundo de la gastronomía. Desde luego, comprendo que es muy bonita para nosotros, pero muy y muy dura para muchos chefs. No olvidemos que hay millones de restaurantes en el mundo.
El escándalo que supuso la indisposición de 400 personas tras comer en The Fat Duck desató todas las alarmas. ¿Tuvieron la sensación de que hay una parte de la sociedad pendiente de que haya un desliz en alguno de los restaurantes más importantes de la cocina de vanguardia?
H.B.: La gente que está arriba no acostumbra a tirar piedras a los que están abajo. Suelen ser los que están abajo quienes tiran piedras a los que están arriba. La cobertura en Inglaterra por parte de la prensa fue enorme. En general, el texto de la noticia era correcto, en el 90 por ciento de los casos, pero los titulares no. No podían hablar de envenenamiento porque no era correcto, pero sí podían hablar de alarma por envenenamiento, y lo hicieron. En todos los campos, no sólo en la cocina, siempre que hay alguien que sobresale un poco, que se sale de la manada, tiene el peligro de que haya gente que no quiera que progrese, ya sea porque están celosos o porque no quieren cambios. Hay una parte de la población que no quiere que nada cambie.
F.A.: La conclusión a la que he llegado después de siete meses de viajes constantes en los que he hablado con mucha gente de la gastronomía es que mientras haya una vanguardia siempre va a haber una contravanguardia, tal como ocurre en el mundo del arte. Hay que vivir con eso.
¿Detectan ustedes cierta crisis de confianza entre los cocineros? ¿Hacia dónde creen que va la alta cocina?
H.B.: Veo bastante claro que la época de los restaurantes muy formales, con servicio muy estirado, está acabando. Ahora a la gente le gusta más disfrutar una comida estupenda en un ambiente más relajado. Puede haber una crisis de confianza porque los chefs disponen de tantas técnicas y herramientas que a veces no saben muy bien hacia dónde tirar. Al final la gente va a ir al restaurante no para llenarse la tripa: tú cuando vas a ver una película puedes ver un día una comedia, otro un drama y otro una de acción. Tal vez en el futuro del restaurante está en colaborar con otras áreas, como iluminación, sonido, magia, buscar complementos que según tu estado de ánimo no sólo vayas a comer sino a obtener una experiencia aún más completa.
F.A.: La gran revolución es que la gastronomía va a ser cada vez más una actitud. Y el país que tenga más desarrollada esa actitud destacará más tanto en el ámbiro de la cocina sencilla como en el de vanguardia. Cuando hablamos de la alta cocina hay que tomar el ejemplo de la nouvelle cuisine, que empezó hace 40 años y aún está evolucionando. Fue una revolución más filosófica que la actual, en la que está habiendo un pragmatismo de nuevas elaboraciones como nunca se había dado. Si consideramos que nuestro movimiento nació a mediados de los 90, significa que aún quedan 20 años para desarrollar todo lo que hemos puesto en marcha.
¿La crisis cambiará el panorama actual de los grandes restaurantes?
F.A.: La crisis económica está marcando una cosa muy importante, y es que nadie más va a abrir un restaurante gastronómico como negocio, y eso va a suponer un cambio brutal. El que monta un restaurante como los nuestros es porque tiene una manera de entender la vida. Uno de los efectos de la crisis, y en España ya lo hemos ido viendo desde hace años, es que los grandes restaurantes se han ido situando en los hoteles. Pero está claro que hay un nuevo orden, y que, por lo menos aquí, no proliferarán los establecimientos de vanguardia en los que se haga investigación. Quedaremos sólo unos cuantos, de la misma manera que en la alta costura o en la fórmula 1 son pocos.
En el libro que han editado Richard Hamilton y el director de la Tate Modern, Vicente Todolí, a raíz de la participación de Adrià en la última Documenta de Kassel, Blumenthal afirma que lo más importante de la cocina de El Bulli son las emociones que provoca.
H.B.: Hay gente que me pregunta si los cocineros nos sentimos artistas, y es algo que me cuesta contestar porque a todo el mundo le resulta difícil admitir que es un artista. Pero si el arte es promover emociones y un pintor puede generarlas con pinceles, pintura y un lienzo, un cocinero también puede hacerlo con la comida.
F.A.: Creo que el libro de Hamilton y Todolí inicia una nueva manera de hablar de cocina. Durante muchos años nos ha dado pudor explicar las emociones en nuestro campo. Que la gente del arte se exprese de una manera emocional es algo nuevo. Da igual cómo esté hecho un plato: lo importante es lo que te provoca, de la misma manera que da igual cómo está pintado un cuadro porque lo que importa es lo que te aporta.
¿Entonces, son o no son ustedes artistas?
H.B.: Mucha gente tiene un problema en identificar comida con arte porque en el fondo estamos programados para pensar que la comida es un acto necesario para sobrevivir. Cuando tú vas a un museo buscas emociones. Cuando vas a un restaurante vas a comer. Hay gente que come para vivir, gente que disfruta comiendo, y entre estos dos extremos hay muchos que disfrutan y son capaces de experimentar emociones.
F.A.: Creo que los cocineros no debemos tener ninguna pretensión de entrar en el circuito del arte sino dialogar con él y aprender las cosas buenas que puede aportarnos. El debate sobre si la cocina es arte no existe ni va a existir, ni debe existir, porque la cocina es cocina. Al revés tampoco puede ser: tampoco puede venir gente a cocinar que no sean cocineros.
¿Dónde están los límites de su cocina?
H.B.: Cuando obtuve la tercera estrella pasé un año en que no estaba muy seguro de mí mismo hasta que llegué a la conclusión de que si se me ocurre una idea o un concepto, mi primera reacción es seguirla. Me fío de mi instinto y no le doy vueltas. El problema es que a veces piensas que es una buena idea y puedes pasarte tres años trabajando en algo que no acaba en nada.
F.A.: Pienso que lo que ha buscado El Bulli estos últimos años es la calidad de la creatividad. Después de 25 años, uno llega a una etapa en que la calidad es tan importante como la creatividad. La influencia de Japón en el aspecto del sentimiento es fundamental. Puedo decir que mis límites hoy en día son muy raros: porque se está hablando de poesía, del sentimiento de Japón, cuando esto es todo lo contrario de lo que muchas gente pensaría de El Bulli.
Cada cierto tiempo corre el rumor de que Adrià se retira. ¿Hasta cúando seguirá abierto el Bulli?
F.A.: No descarto cogerme un tiempo sabático, pero no encuentro el momento de hacerlo porque en lo creativo estamos viviendo la etapa más feliz de toda nuestra trayectoria y tengo muchos proyectos junto a mi hermano Albert, que, aunque ha dejado de trabajar en el día a día de El Bulli, sigue estando cerca. Los cambios, este pequeño caos que siempre hemos vivido, han hecho que El Bulli sea grande. Seguramente ese tiempo sabático que busco será más para desaparecer del escenario gastronómico que de El Bulli.
¿Que los mejores cocineros del mundo sean un español y un inglés quiere decir que se ha acabado la hegemonía de Francia en la alta cocina? ¿Qué le contestaría Adrià a Naret, el gran jefe de la Guía Michelin, que hace poco afirmó que usted era el único cocinero importante español?
F.A.: Debemos estar orgullosos de que cuatro españoles estén entre los diez mejores. Es una auténtica revolución. Pero hay que aprender a ser generosos. Lo bonito es estar al lado de los otros, no por encima. Si lo conseguimos, habremos triunfado, porque este momento de euforia es muy peligroso. Sobre su país, al señor Naret le diría que los franceses tienen que ser el Barack Obama de la gastronomía. Han sido y siguen siendo la primera potencia mundial pero tienen que entender que necesitan a todo el mundo. Han de coger el liderazgo y compartirlo con todos los demás.
H.B.: No es que Francia haya bajado, sino que el resto del mundo ha crecido, y ellos siguen teniendo una importancia enorme, pero hay muchos otros países interesados en la gastronomía. Hace quince años a nadie le hubiera entrado en la cabeza que en la lista de los 50 habría un jurado formado por chinos, japoneses, españoles o africanos. Pensarían que no es un concurso serio sin un jurado íntegramente francés.
¿Hacia dónde avanza la relación entre ciencia y cocina que ustedes han fomentado?
F.A.: Hay una confusión terrible porque la gente cree que hay probetas en los restaurantes. La ciencia es mucho más importante para la cocina en cuanto a la divulgación que para la investigación. Mi madre se asusta si le digo que le voy a hacer lubina con cloruro sódico, en vez de hablarle de sal. Hay tal salto entre lo que es el mundo de la ciencia y el de la calle, que hace falta divulgación, divulgación y divulgación. Sin duda alguna, la ciencia está en el conocimiento, y esa colaboración con la cocina habrá que buscarla en las universidades.
H.B.: Se ha avanzado tanto, que eso a veces puede ser contraproducente. Hay miles y miles de congresos de cocina en todo el planeta. Algunos de ellos son muy buenos porque permiten que los jóvenes chefs conozcan lo que se está haciendo en otros lugares, pero existe el peligro de que se utilicen los avances sólo para impresionar. La técnica y la ciencia no deben estar por encima de la cocina. Son pura herramienta, y lo importante es cocinar.
¿Les preocupa involucrarse en proyectos sociales desde el lugar de influencia que ocupan?
H.B.: Yo he obtenido mucho beneficio de The Fat Duck, por lo que me considero muy afortunado y creo he de devolver a la sociedad parte de lo que me ha dado. He participado en diferentes proyectos sociales y ahora mismo he publicado un libro con la sociedad de química del Reino Unido, de modo altruista, que formará parte del currículo escolar. Es una manera de devolver una parte de esos beneficios.
F.A.: Creo que el gran reto es que se vea la cocina de vanguardia como algo con un valor social.En mi caso, el trabajo social, que está todo canalizado a través de la fundación Alicia, es cada vez más importante. Para dedicarme a ello he dejado la mayor parte de mis negocios, y sólo continúo con algunas colaboraciones por amistad, para sufragar la estructura del taller. Piense que mantener El Bulli cuesta unos 400.000 euros al año, por lo que necesitas ingresos externos.
miércoles, 10 de junio de 2009
Tempus Alba en 750neto Almacén de Vinos - Sábado 13 de junio 19hs
Uva/s: Tempranillo
Cosecha: 2005
Viñedo/s: Tupungato
Precio por Botella en Pesos: $ 50.-
Drinkability: DRINK/HOLD
Score Wine Spectator : N/D
Score Robert Parker (WA) : 90
"Tempus Fugit / Carpe Diem" El camino del instante...
Tempus Alba Tempranillo 2005. Robert Parker 90. Smart Buy.
Amanece. Tempus alba. Tempus fugit...
El tiempo es fugaz, veloz. Inaprensible; irrecuperable. El antídoto occidental ampliamente difundido (y a la vez muy poco aplicado...) para esa angustiante fuga, ha sido el "shakesperiano" camino del instante: "Tomad el camino del instante", decía William. Carpe diem, dirán otros.
Los buenos vinos, los que dejan huella, consiguen atrapar instantes. El momento que acompaña esa primera vez con un determinado vino se graba; se instala. El Tempranillo que elaboran Dorothy Zingaretti y Aldo Biondolillo con uvas del Valle de Uco (Tupungato) de más de 50 años me ha permitido capturar un instante y volverlo único... Tempus Alba Tempranillo 2005. Robert Parker 90: an oustanding value! (De acuerdo con el criterio Parker (The Wine Advocate), el mejor Tempranillo argentino.) Amanece...
(WA) Notas de cata / Valle de Uco, Tempus Alba Tempranillo 2005: "The 2005 Tempranillo "Preludio" (la marca de exportación de Tempus Alba; desde ya, mismo vino) is 100% Tempranillo sourced from a 50-year-old vineyard and aged for 6 months in French and American oak. Dark ruby-colored, it offers a perfume of spicy red currants, rhubarb, and wild raspberry. On the palate there are gobs of supple, sweet red fruits, serious depth in a racy style, light tannin, excellent balance, and a pure finish. It is an outstanding value" Score 90 puntos: outstanding! -Jay Miller, The Wine Advocate (Robert Parker)-. Smart Buy!
Degustación Tempus Alba Tempranillo el sábado 13 de junio a partir de las 19hs.
Te esperamos, tenemos preparada una copa para vos!
750neto Almacén de Vinos
Olavarria 3167 (esquina San Lorenzo)
Bodega Tempus Alba premiada en el Concours Mondial de Bruxelles 2009
Bodega Tempus Alba obtuvo dos medallas para Tempus Pleno Reserva del Enólogo 2003 y Tempus Pleno 2005 en el Concours Mondial de Bruxelles 2009.
El Concours Mondial de Bruxelles se ha implantado en el rango de los ‘campeonatos del mundo’ del vino con más de 6.000 productos del mundo entero en competición.250 expertos procedentes de 4 continentes se reunieron para catar a ciegas, y juzgar los 6.289 vinos y alcoholes. Este año, 54 países productores compitieron por las tan deseadas medallas.
Bodega Tempus Alba obtuvo Medalla de Plata para Tempus Pleno 2005, Blend Premium de 70% Malbec y 30 % Cabernet Sauvignon con 15 meses de crianza en barricas de roble.
El máximo galardón, Gran Medalla de Oro para Tempus Pleno Reserva del Enólogo 2003, vino tope de gama de la bodega compuesto por 95% Malbec y 5% Tempranillo con una crianza en roble de 24 meses. En ambos vinos se destaca el estilo de la bodega resultado del elegante y armónico corte entre uvas de viñedos propios ubicados en Maipú, Luján de Cuyo y Tupungato, provincia de Mendoza.
Cruzat Larraín, elegidos por Austral Spectator
En sus variedades Brut y Rosé, Cruzat Larraín fue escogido por la prestigiosa guía de la editorial Austral Spectator entre más de 1100 exponentes.
La bodega argentino-chilena Cruzat ha sido distinguida por la edición 2009 de “Viñas, Bodegas & Vinos de Argentina” ya que sus espumantes premium Cruzat Larraín Brut y Rosé fueron elegidos entre los mejores 69 vinos del país.
La bodega argentino-chilena Cruzat ha sido distinguida por la edición 2009 de “Viñas, Bodegas & Vinos de Argentina” ya que sus espumantes premium Cruzat Larraín Brut y Rosé fueron elegidos entre los mejores 69 vinos del país.
Por sexto año consecutivo, esta publicación de Austral Spectator seleccionó a los más destacados productos de las diferentes regiones vitivinícolas de la Argentina. La calificación se efectuó a través de la cata a ciegas de 1180 vinos que realizó un equipo de profesionales.
Cruzat Larraín Brut y Rosé son elaborados bajo la supervisión minuciosa de los enólogos Pedro Rosell y Cristián Allamand y en un año de presencia en el mercado ya han merecido los elogios de los expertos. El primero, con un 75% de Pinot Noir y 25% de Chardonnay, es un vino corpulento sin perder frescura y de acentuadas frutas rojas e intensa acidez; ideal para acompañar con mariscos, pescados, patés, carnes blancas y carnes rojas con salsas livianas, pastas con salsas suaves. En tanto, en el Rosé (90% Pinot Noir y 10% Chardonnay) se percibe predominio de aromas de frutos rojos y mayor contenido tánico. Es de color asalmonado, tiene buena acidez y un toque de frutos tropicales dado por el pequeño porcentaje de chardonnay. Va muy bien con patés, carnes blancas, carnes rojas, pescados con salsas fuertes, pastas rellenas y con salsas de carne, souflés y preparaciones de verduras.
La premiación de la guía se apoya en los siguientes comentarios:
Cruzat Larraín Brut: “Obra prima y obra maestra a la vez, la magnificencia de este espumante mendocino elaborado en una flamante bodega chileno-argentina se explica gracias a la experiencia del profesor Pedro Rosell y el talento de su discípulo Cristián Allamand, quienes aquí participaron desde el proyecto en la creación de esta tecnificada cava pensada para hacer espumantes de alta calidad."
Cruzat Larraín Rosé: “...Un espumante excepcional fruto del know-how de sus enólogos y de la visión empresarial de Pedro Grand (uno de los fundadores de viña Montes, en Chile) con Gastón Cruzat, Hernán Boher y Fernando Riera, quienes lideraron una inversión de más de 6 millones de dólares que en estás páginas comienza a lucir por sus frutos desde la primera añada. Albricias por los espumantes y por estas fecundas inversiones chilenas, que tanto aportaron en menos de una década al crecimiento de los vinos argentinos.”
viernes, 15 de mayo de 2009
Vino del Mes
Bodega Melipal
UbicaciónRuta 7 km. 1056 Agrelo – Luján de Cuyo - Mendoza
Brillante color salmón con reflejos rosas. Presenta un aroma a frutas rojas, como frambuesa y frutilla, con delicada nota de sandía. En boca ofrece un cuerpo medio, amplio y seductor, con una notable presencia de fruta, reflejando la dulzura del malbec.
El precio es de $30 en vinotecas, hoy se lo ofrecemos a $25, un importante descuento para que tengan la posibilidad de probar uno de los mejores rosados argentinos.
FICHA TÉCNICA
Variedad: 100% Malbec
Viñedos propios: 80 años
Servir entre 5º y 8º C
UbicaciónRuta 7 km. 1056 Agrelo – Luján de Cuyo - Mendoza
Melipal es una moderna bodega fundada en el año 2003 por la familia Aristi. El proyecto es fruto de la constancia y el entusiasmo, unidos a una gran pasión por hacer, elementos fundamentales para que un encuentro perfecto entre la viña, el terruño y el hombre logre su máxima expresión en el vino.
Ubicada en la exclusiva zona de Agrelo posee una arquitectura osada que se integra al paisaje. Rodeada de un entorno de espejos de agua, sauces, acequias y viñedos, con una impactante vista de la Cordillera de los Andes.
El edificio cuenta además con un área de recepción para el turismo, sala de degustación, cava y un exclusivo petit restaurant. Actualmente cuenta con 780.000 lts. de capacidad en tanques de acero inoxidable y barricas de roble.
La Bodega elabora solo vinos de alta gama basados en el varietal malbec proveniente de sus dos fincas propias, Las Nazarenas, viñedo de malbec con más de 85 años, patrimonio insistituible de la vitivinicultura y finca Melipal, viñedo más joven donde se encuentra la bodega.
Los enólogos Alberto Antonini y Hector Durigutti, son las personas que mejor entienden el potencial de nuestro malbec y responsables del área.
Actualmente Melipal exporta el 80% de su producción a los mercados más exigentes del mundo y el otro 20% se vende en los mejores restaurant, vinotecas y hoteles de Argentina.
Vinos (Marcas Comerciales)
Melipal
Ikella
Melipal Rose Malbec 2008
Brillante color salmón con reflejos rosas. Presenta un aroma a frutas rojas, como frambuesa y frutilla, con delicada nota de sandía. En boca ofrece un cuerpo medio, amplio y seductor, con una notable presencia de fruta, reflejando la dulzura del malbec.
El precio es de $30 en vinotecas, hoy se lo ofrecemos a $25, un importante descuento para que tengan la posibilidad de probar uno de los mejores rosados argentinos.
FICHA TÉCNICA
Variedad: 100% Malbec
Viñedos propios: 80 años
Servir entre 5º y 8º C
martes, 12 de mayo de 2009
750neto Almacén de Vinos
Presentamos el local!
Su diseño estuvo pensado en relación a los vinos, el color blanco resalta las botellas y sus etiquetas.
Su diseño estuvo pensado en relación a los vinos, el color blanco resalta las botellas y sus etiquetas.
En 750neto esta todo dado para que puedas ver, tocar, oler, escuchar... y principalmente degustar los mejores exponentes del vino argentino.
Los esperamos!
martes, 5 de mayo de 2009
Vinos Parkerizados, la polémica del puntaje
Es probable que se hayan topado, ya sea en alguna forma de publicidad, tienda o revista, con la mención de que determinado vino "tiene 90 (o X) puntos". El hecho de asignar números como un intento de medir la calidad de algo que se experimenta de forma subjetiva, es el primer cuestionamiento importante que enfrentan los diversos sistemas de valoración.
El crítico de vino con más influencia a nivel mundial es, sin duda, el norteamericano Robert Parker. Tal influencia llega a tal grado que se ha acuñado la expresión "vinos parkerizados" para referirse a una forma de manufactura diseñada expresamente con la intención de que él los evalúe favorablemente. Su sistema va de 50 a 100 puntos, divididos en esta forma:
- Todos los vinos tienen una base de 50 puntos.
- El aspecto visual vale hasta 5 puntos. Puesto que la mayoría de los vinos actuales están bien hechos, reciben al menos 4, con frecuencia 5.
- Los aromas cuentan hasta por 15 puntos, dependiendo de la intensidad y dimensión de los olores y bouquet, así como la ausencia de defectos en el vino.
- El sabor y posgusto valen hasta 20 unidades. La intensidad del sabor, equilibrio, limpieza, profundidad y resabio en el paladar son consideraciones importantes.
- La calidad general, junto con el potencial evolutivo o de guarda cuenta hasta por 10 puntos.
Adicionalmente, Parker sigue una metodología para tratar de dar imparcialidad a sus calificaciones, la cual incluye, entre otros, el hecho de que todos los vinos se catan a ciegas (es decir, sin saber la marca); se prueban en condiciones adecuadas de horario, temperatura y luz, y se incluyen otros vinos, previamente puntuados, dentro de los que se degustan a ciegas, para asegurar la consistencia. Asimismo, todos los vinos con defectos mayores o que califiquen debajo de 70, se catan de nuevo, al igual que aquellos por arriba de 89, a fin de confirmar las impresiones.
La escala de puntuación es la siguiente:
- 90-100: Los vinos de esta categoría son los mejores en su tipo: extraordinarios, de carácter muy complejo y profundo. Merecen un esfuerzo especial para comprarlos y beberlos. Hay mucha diferencia entre 90 y 99, pero ambas son máximas puntuaciones. Hay muy pocos vinos que las logran.
- 80-89: Un vino en el rango de 85 a 89 es muy, muy bueno, con diversos grados de finura, sabor y carácter, sin fallas notorias. Muchos de los que están en este rango son de alta relación calidad-precio.
- 70-79 es una calificación promedio; 79, desde luego, es mucho más deseable que 70. Los vinos entre 75 y 79 son placenteros, les falta carácter, complejidad o profundidad; se trata de vinos promedio con poca distinción, pero elaborados honestamente. En resumen, francos e inocuos. Aptos para situaciones muy informales o para eventos de consumo masivo.
Menos de 70 puntos indican un vino desequilibrado, defectuoso, o terriblemente plano o diluido:
- Entre 60 y 69, contiene deficiencias notorias, como acidez y/o tanicidad excesivas, ausencia de sabor, o defectos notorios en aromas o sabores.
- De 50 a 59, vinos inaceptables.
Parker insiste en que es vital considerar la descripción del estilo, personalidad y potencial de cada vino, sin atribuir al puntaje un peso rotundo. La calificación es importante para que el entusiasta mida el posicionamiento de un vino en relación a vinos equiparables. Empero, en palabras del mismo Robert, "nunca habrá un sustituto para tu propio paladar, ni mejor instrucción que tu propia cata".
Fuente: El Economísta
El proyecto....
Como el nombre lo dice, en 750 encontras vinos.
Nuestra cava la hemos diseñado estudiando y luego seleccionando cada una de las bodegas que la integran, cada una de ellas fue elegida por diferentes características que la hacen única. Pero todas de ellas coinciden en compartir un mismo objetivo: hacer el mejor vino.
La selección esta integrada, en su mayoria, por vinos de media y alta gama, podemos mencionar algunas de las bodegas a las que pertenecen:
Viña Cobos
Mendel
Bressia
Eral Bravo
Renacer
Cruzat Larraín
San Pedro de Yacochuya
Krontiras
Monteviejo
Colomé
Melipal
Chakana
Bodegas del Desierto
Trapezio
Séptima
Muchas de ellas llegan por primera vez a Mar del Plata, y es un placer poder ofrecercelas a ustedes.
Al que le guste el buen vino y la buena cocina, y tenga para compartir alguna experiencia, lo invitamos a pasar por nuestra cava a degustar una copa del mejor vino argentino.
Nosotros tenemos mucho para contarles!!!!!
Hernán y Gabriela
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